20 dic 2013

Espionaje digital: la cloacas de la red

Si tuviéramos que escoger al personaje del año, dentro del ámbito de la sociedad red, este año no hablaríamos de Zuckemberg, ni de Gates ni del difunto Jobs. Si podemos destacar un hecho este año, no sería la invención de un objeto o de un software revolucionario. Sin duda, siguiendo la estela iniciada por Asange y su Wikileaks, este año deberíamos resaltar la figura de Edward Snowden. Tras trabajar en diversas instituciones estadounidenses, recaló en la NSA, donde trabajaba como analista de sistemas. A pesar de tener, según sus propias palabras, una vida cómoda y un salario por encima de los 200.000 dólares, Snowden arrojó todo por la borda y destapó algo que se preveía e imaginaba pero que nadie antes se atrevió a desmostar: el estado de vigilancia que EE.UU ejerce indiscriminadamente en todo el mundo. En declaraciones a The Guardian afirmó que "no quiero vivir en una sociedad que hace este tipo de cosas… No quiero vivir en un mundo donde se registra todo lo que hago y digo. Es algo que no estoy dispuesto a apoyar o admitir" (junio de 2013).

Tras estas polémicas declaraciones,  los afectados, como la canciller Merkell no tardaron en demostrar su malestar y trasladar sus quejas a la Casa Blanca, desde donde declararon con autosuficiencia que los europeos deberían sentirse orgullosos de que los EE.UU velaran por ellos. A pesar de zanjar su fechoría de manera pretenciosa, al igual que ocurrió con Asange, se inició un caza de brujas contra Snowden, quien aún espera  que se le conceda asilo político en algún país disidente de las directrices norteamericanas. España, Portugal, Francia. Italia o Rusia, a pesar de haberse visto afectados por la vigilancia telemática de la NSA, negaron el asilo al informático  estadounidense quien afirmó que "No hice nada malo. Soy un convencido de que deben ser los ciudadanos los que decidan sobre el poder que le otorgan al Estado y no un burócrata de turno"

Corporaciones como Apple o Google han pedido a la Casa Blanca que debe haber compensaciones para las empresas del sector, que se han visto dañadas por la pérdida de confianza de los usuarios. EE.UU. da la razón a las grandes sociedades informáticas, pero lejos de reconocer su error, han optado por criminalizar al mensajero. Tal vez, al igual que ocurrió con el caso wikileaks, estén favoreciendo la aparición de un nuevo mártir por la causa de la libertar de expresión y el derecho a la intimidad en Internet.
alfonsovazquez.com
ciberantropólogo

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